EL HIJO DE FIDELIO SOSA
El viento húmedo que llegaba del lago Izabal hacía que Fidelio Sosa pareciera buena persona, pero nada más lejos de la realidad. Sonreía desdentado dejándose acariciar por la brisa empalagosa, tal vez porque le aliviara la borrachera o presintiera que faltaba menos para las lluvias, pero el caso es que ver, a su padre, sonreirle al viento, hacía que creyera que había una vida más allá de los golpes y abusos.
Año tras año comprobó que era una ilusión.
Así aprendió a odiar los vientos húmedos porque transmutaban la verdadera alma de las personas.
De mayor, se dijo, marcharé a lugares áridos y pedregosos donde la maldad nunca pueda ser disfrazada.
--
Foto: Parc Cruz
http://www.flickr.com/photos/parc/
Es cierto, la vida nos aleja de lo que nos duele, pero màs nos duele que la vida ignore que nos duele màs.-
ResponderEliminarUn placer que me leas Angel.
ResponderEliminarlos vientos suelen ser peligrosos...en la tierra donde vivo en llegando los primeros calores siempre se cometían un par de asesinatos,brutales porque la canícula transformaba a la gente...dudo que la maldad sea exclusividad de lugares húmedos...
ResponderEliminarun fuerte abrazo
Pura invención amigo, pura invención, a mi me encantan los cientos húmedos.
ResponderEliminarPienso que la maldad siempre se disfraza, en cualquier lugar y circunstancias, siempre permanece al acecho, dispuesta a atacarnos, preferentemente por la espalda.
ResponderEliminarSaludos
Que linda foto!!!! Y que interesante prosa!!! Felicitaciones.
ResponderEliminar