La rosa mística
Cuando el peregrino abandonó el pueblo, se llevó consigo el olor de las rosas.
Alcanzó nuestra abadía una brumosa mañana. Venía de Flandes, con sus magras carnes y su andar rengo, guardaba el cabello crespo y el mirar verde de musgo seco. Le hacía mañas a la alquimia y al cincel. Solicitó fonda y sustento unas semanas, a cambio se ofrecía a tallar una rosa mística en un capitel de piedra. Sería un cirio de amor permanente por Nuestra Señora. El abad rechazó el ofrecimiento alegando su deseo de no contrariar al tallador principal; aunque en la abadía, sabíamos que pesó más su recelo por la nueva corriente que representaba de esta forma a María.
Tuvimos el añadido infortunio de que el caminante fuera encomendado al racionero, de conocida tacañería que regateándole los mendrugos, lo mantuvo con avena y agua como si fuera jumento y no una criatura de Dios.
Dos días más tarde, apenas recuperado de las llagas, emprendió su peregrinaje. Educado pero con gesto adusto, casi solemne, se despidió de nosotros lanzando una última plegaria al cielo, portaba un zurrón que exhalaba una singular fragancia.
Tras su partida el jardinero nos alertó que las rosas tenían la color desvaída y el tacto rugoso de pergamino reseco. No tenían aroma ni maneras de vegetal. Aguardamos a los nuevos capullos por si estas habían sido dañadas por un gélido viento del norte o una repentina helada, mas desde aquel entonces crecieron como material inerte.
Han pasado cinco años. Nuestro anterior abad recibió cristiana sepultura y un compañero ocupa ahora su cargo. Ordenó pintar rosas místicas en honor a la Virgen Santísima en el artesonado del claustro. Hemos traído vástagos de Roma y esquejes de Valencia, han realizado variados injertos los mejores jardineros, pero año tras año hemos criado descoloridas rosas, apagadas velas de amor, mustias señales de devoción.
Cada mañana tras el oficio de maitines oteamos el camino a Santiago. Anhelantes y deseosos, suplicamos el retorno del peregrino que porta un zurrón con la fragancia de nuestras rosas dentro.
Publicada en La tierra de los árboles el13.12.2006. En breve, por las vacaciones, espera Santiago de Compostela y quise rescatar este escrito que siempre fue de mis preferidos. Agradezco a todos los que es su momento me comentaron. La imagen es de Frondosidad.
Hay que llevar de vuelta al peregrino con el zurrón que guarda el aroma de las rosas: Nunca se cansa uno de hacer devociones a la Diosa. Nunca son demasiadas.
ResponderEliminarUn abrazo, buenas vacaciones y muchooooooo gusto de re-leerte.
Gabriela Monroy Calva, efectivamente, recuerdo que me leíste y comentaste en su momento gracias.
ResponderEliminarConozco poco esa zona, quién sabe si encontraremos al peregrino del zurrón pero antes nos empaparemos de arte. Gracias y saludos.
Qué bueno que haya podido asistir a esta recuperación. Preciosa. No digo más. Preciosa.
ResponderEliminarMe ha encantado saber que fui uno de los que comentó en esta fabulosa entrada.
ResponderEliminarComo entonces, permíteme que te vuelva a felicitar por tu talento.
Un abrazo
Pues, ya lo había comentado en su anteror edición, pero he disfrutado mucho volviéndolo a leer y es que es una pena que, relatos tan hermosos y ricos como este, queden en el fondo del blog.
ResponderEliminarGracias por orearlo:):)
Dos abrazos dobles
Pues no había leído el anterior, porque entonces ni sabía que existiera esta fascinante mundo blogger...
ResponderEliminarPero me ha encantado leer la leyenda.
Así que por eso las personas mayores dicen "ahora las rosas no huelen como antes....." Curioso.
Un besito y gracias por la lectura.
Bello texto, como siempre. Un beso para ti.
ResponderEliminarNo lo había leído antes y, curiosamente, según lo hacía ahora, me iba imaginando un monasterio como los que hay a lo largo del Camino...
ResponderEliminarBuen viaje!
Muy buenas, Goathe.
ResponderEliminarDesgraciadamente, te conocí más tarde.
Efectivamente es un relato maravilloso, pero no sé si lo escribiste basándote en una leyenda.
También tengo pendiente hacer el Camino a Santiago, también patrón de mi pueblo.
Si tienes vacaciones, que las disfrutes...¿habrá fotos, no?
Un abrazo.
Hermoso relato. Se llevó el olor, pero no dejó el lugar pasado a azufre como sucede cuando se humilla a un soberbio.
ResponderEliminarLindo
Saludos y regresa renovado
Excelente la historia y todos los mensajes que se pueden sacar de ella. Un gusto como siempre pasarme por esta joya de la blogosfera.
ResponderEliminarSaludos
Precioso post, Goathe. Yo también llevo conmigo el olor de las rosas.
ResponderEliminarBesicos.
Me bastó leer tu texto, sin siquiera llegar a la nota final, para reconocerlo en su primera edición. Era la época en que creía tener cerca la posibilidad de hacer el Camino de Santiago, a la que todavía no renuncio. Gracias. Gonzalo.
ResponderEliminarEl texto es bueno. El inicio espectacular: un peregrino que se lleva el olor de las flores...
ResponderEliminarBello relato y profundo contenido, es un privilegio leerte.
ResponderEliminarUn abrazo
Atlantica.
Como bien sabe me encantan las historias de "maldiciones" y las mistéricas...además esta era preciosa con ese elemento etéreo que es el aroma,y ese llevarse el olor y esencia de la bella flor...
ResponderEliminarun abrazo...amigo...
Buenas vacaciones. Será estupenda esa paz en el camino.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola Goathemala. No tuve la ocasión de leerlo con anterioridad pero tengo la suerte de hacerlo ahora y te lo agradezco porque es una historia llena de delicadeza. Es preciosa.
ResponderEliminarMil besos y hasta tu vuelta.
Qué preciosidad, Guathe. Una joya.
ResponderEliminarMuchas gracias por traerlo.
Un beso desde la Enter.
Hermosa historia, gracias por recordarla ahora para los que hemos llegado más tarde.
ResponderEliminarDisfruta del viaje, la llegada y la partida de Compostela, dicen que ese lugar cambia a la gente...
Un abrazo y hasta tu vuelta.
La foto es hermosa, como siempre tu historia que llega al corazon, quizas todos los seremos humanos somos peregrinos que dejamos en algun momento el aroma en las flores, no se siente cuando partimos pero las flores lo saben.
ResponderEliminarbesos, feliz fin de semana.
Si del Camino se trata, no te arrepentirás... yo conozco Santiago y es impresionante...un abrazo
ResponderEliminarSi fuera un justo castigo no quedarían aromas por el mundo, ni texturas de terciopelo....
ResponderEliminarGracias que solo fue un caso, y solo un peregrino... aún cuando debí volver a los implicados ciegos e incapaces, y sin tacto, pero no quitar al resto la posibilidad de disfrutar...
Tarde ya, pero espero que estas vacaciones os sentaran genial :)
Entonces debe ser, que tu guardas en el zurron, la fragancia de las mejores historias.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Buenas vacaciones Goathe!!!
Va a ser oidio, os metió el oidio en el jardín ¿a que sí?
ResponderEliminar¡Bellísimo relato, Goathe! Si es que yo no creo peeeero... haberlas, haylas ;) Deseando estoy saber qué te has traído de mis tierras gallegas. Un besazo
ResponderEliminarUna historia atravesada de arriba a abajo por la sensibilidad y esa chispa de misterio que sabes ponerle a todo. Felicidades. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos. Ya llevo aquí unos días pero en breve espera Mallorca, una semanita. Tras eso, vuelta al trabajo ya con las vacaciones agotadas y tres años de blog.
ResponderEliminarMuchas gracias, de nuevo.
Goathe, eres aun maestro cuenta cuentos, te digo esto con el mayor respeto. Todos esos enlaces con que acompañas tus relatos me llevan a buscar y aprender, Gracias!
ResponderEliminarUn abrazo