El ajedrecista ambulante
Descendían del norte nubes preñadas de grisura que se removían por dentro hasta deslizar una lluvia troquelada y densa y era, por entonces, cuando se guarecía bajo descarnados puentes de hierro y cemento por cuyas grietas asomaban hortensias azules del mundo previo y colocaba en una bajante el trozo de hojalata que le servía de espejo para que los goterones compusieran la música de metal y agua que le adormeciera y guiara al universo del sueño con la conciencia velada. La humedad de aquellos días recubría de verdín los márgenes y escaques de los tableros describiendo al juego como lucha ancestral y su temor sería que las piezas negras perdieran lustre con el agua, y al palidecer menguara su determinación y coraje para enfrentarse al rey blanco (...)
Magnificos...fotografía y texto. Un placer derrochar nuestros sentidos en estas muestras que compartes.
ResponderEliminarGracias Juan, tengo muchas ganas de conocerte.
Eliminarhermoso texto
ResponderEliminarNo os había visto, perdonad. Tengo que ponerle más ilusión a mi espacio, gracias. Anakarsis, cuál es tu blog? UN abrazo.
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