Regreso al útero
Por insólito que parezca el sol buscaba el este y a las hojas les dio por ascender a las ramas donde poco tiempo antes estuvieron para asirse cada vez con menor fragilidad y las menudencias de la papelera volvieron al puño de los transeúntes y el serrín rojo regresó al badil del barrendero que lo esparció con la escoba por el empedrado ocultando la silueta en tiza de un cuerpo ausente.
El barrendero aspiro con hondura el humo de cigarro de la atmósfera y la ceniza trepó del suelo para alargar su pitillo y su mano buscó la espalda para dejar en ella un leve picor.
Fue un tumulto de luces y autos el que llegó acelerando para detenerse, policías sacando pelos, mondas y un casquillo de bolsas plásticas para colocarlos en caprichosos lugares, enfermeros encajando un cuerpo en la perfecta diana de la silueta que comenzó de inmediato a engrosar una tiza. El serrín se desecó de plasma y se alzó a una bolsa que sujetaba un policía obeso. Entre ellos quedaban las señales de un idioma imposible de lengua perforada y aspavientos.
Cada vez más curiosos miraban estas maniobras, el pintor que no tardó en irse a enriquecer un bote con el esmalte de una puerta, amas de casa con carros que vaciaron en fruterías o charcuterías y un jubilado de boina y periódico subrayado que torció la cabeza para que un esputo reconociera la familiaridad de su lengua.
De la misma manera en que la algarabía policial vino se fue con estridencia y frenazos bien fuertes. Poco tiempo después diversos gritos encontraron la oquedad de sus gargantas y el cadáver comenzó a mover leve la pierna y la sangre, tímida a la luz, retornó al orificio del pecho.
De inmediato el finado recuperó las fuerzas para erigirse presto y mirarte con miedo de animal agónico y una bala brotó de su pecho para dirigirse a la pistola que sostienes. La mirada se hizo asco, desprecio, reto y después fue entera de sorpresa. Es tu índice el que distiende el gatillo y eres tú la que guarda la pistola en el bolso para esperar impaciente.
Aguardando en la esquina te viene la idea del retorno, el profundo deseo del retroceso de los tiempos como la inasible ola de un flujo de espumas que torna a las entrañas marinas. La humanidad encogiendo, bebés encajando en matrices, ciudades despoblándose, relojes empecinados en llevar las manecillas a la izquierda cada vez más rápido, el hombre tomándole gusto al sol africano y encaramándose a los árboles en el final de su progenie, la sombra de los reptiles gigantes derivando a la síntesis unicelular, vapores de azufre en las aguas, volcanes bebiendo su propia lava, oscilaciones de planetas en cataclismos inimaginables, nuevas órbitas en un universo que se contrae en una inconcebible implosión que hace todo lo existente no muy diferente de un óvulo. La calma del útero cósmico.
Solo así, si eso fuera posible olvidarías el arma y en la raíz primera de la existencia podrías despegar ese rostro y esos ojos de la vida de humillaciones y malos tratos que te dieron.
Maravillosamente inexorable...mucho...en realidad,si se piensa...
ResponderEliminarun fuerte abrazo,amigo
Lo que sucede es que ni siquiera tienes que retornar: el pasado, a veces, se te viene encima y te atrapa.
ResponderEliminarNi cien vidas que viviera mitigaría ese dolor.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato en su forma y en su fondo y el final es genial.
¡Qué arte!
Dos abrazos dobles
Un relato sorprendente en cuanto al estilo narrativo. Cuesta un poco el comienzo, pero enseguida absorbe al lector y lo cautiva.
ResponderEliminarFantástico del todo y por todo.
Un saludo
Gracias, está inspirado en El viaje a la semilla de Carpentier.
ResponderEliminarLa acción se desarrolla marcha atrás por la fijación de la protagonista de borrar de su vida y de su memoria a un maltratador.
Sé que es complicado entenderlo. La verdad es que disfruté mucho su escritura.
Abrazos.
Cuantas veces en la vida quisiéramos volver atrás y que nada de lo que ha sucedido fuera verdad. ¿Me dices la forma de volver al 24 de Agosto de 2010?
ResponderEliminarQuillo, Pedro, sombrero. Pero un sombrero es poco pa tanta cabeza como has echao ahí. Cabeza invertida, precisa mente. Jugar a la moviola con una a la que violan (los derechos y los deberes, derecho a ser mujer, deber de matar, de vengarse). Y es que no hay final plausible cuando la historia es irreversible. ¿Has visto la peli? La mano del hombre baja veloz y avergonzada a recoger su fruto del rostro amoratado. La mano del hombre baja cálida y suave a guardarse la caricia que dormía en el rostro enamorado. Qué poca es la distancia y qué grande la diferencia. Cojonudo. Eres un fiera, tío. Lo voy a recomendar con tu permiso a unos cuantos amigos. Gracias.
ResponderEliminarBuff, texto duro...
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