AGRESTE
Cada vez que un anciano sentía próxima la muerte convertía en uno de sus últimos actos la siembra de un árbol en las montañas. Era todo un ritual de despedida para la familia, bebían desde las primeras luces y bailaban hasta caer rendidos al ocaso. El viejo, sentado en algún tronco sin musgo, enfermo y feliz, entregaba a sus descendientes un puñado de tierra y un vaso de agua cristalina, de esa manera quedaba encomendado a ellos el cuidado de ese postrero símbolo de vida, si bien lo habitual era que, con el paso de los años, lo acabaran dejando a la magnanimidad de la naturaleza.
Aquellos árboles bien criados en las primeras etapas de su vida crecían tupidos en la falda de la montaña, dándose compañía, alfombrando el bosque.
Sin existir norma escrita, los ancianos sin familia sembraban los suyos en las cumbres. No existía ritual, nada se bebía, ninguna música sonaba. Era un acto íntimo con la naturaleza, la entrega de unas plantas a los elementos que las retorcían tanto como a ellos la vida. Adquirían un aspecto asalvajado, como sus rostros estriados. Envolturas de corteza desteñidas por las tormentas, troncos encorvados por el viento, arrugas cuarteadas en una vida de silencio, limosneando palabras.
Acercándote a cualquier pueblo de la comarca de Gertiz te bastaba con ver las cumbres para adivinar la forma de aquella sociedad. Su número de solitarios.
Mirando cumbres, de un vistazo determinabas, de aquella sociedad, lo agreste.
Pedro te vendes carisimo amigo. Me gusta la leyenda y sobre todo tu trabajo fotográfico.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y pasate más a menudo por blogger.
Y tanta razón que tienes. El problema es por una parte mi tendencia a la dispersión y por otra lo severo que soy con todo lo que emprendo. El peor juez. Ay, lo que daría por recuperar aquel espíritu lúdico del inicio.
EliminarUn abrazo.
Hermoso y con un punto de inflexión que nos invita a pensar...
ResponderEliminarAbrazos, amigo.
Un manera como otra cualquiera de intentar regresar, poner una piedra en el vado del río.
EliminarUn abrazo.
Hermosa leyenda. Muy hermosa si señor, esta de los solitarios...Como los romances de cordel. Le aseguro que este fin de semana, que tengo proyectado pasarlo entero perdido en los bosques del norte de navarra, recordaré esta historia.
ResponderEliminarLa foto es magnífica. Muy alegórica, se siente el aroma, el aire.
Mucha salud!
Muchas gracias, amigo. ¿Perdiéndote por los bosques navarros como esa maravilla de Irati? En breve espero poder darme ese disfrute aunque sea por otro lugar.
EliminarUn abrazo.
Muy bonito y muy bien escrito.
ResponderEliminarExpresiones
Piedra
Muchas gracias Miguel, mañana te visito que vi unas fotos espectaculares de Lille.
EliminarDesde niña me ha gustado tocar la corteza de los árboles, acariciarlos. Incluso me abrazaba a ellos, ante la asombrada mirada de mi madre. Aún lo sigo haciendo, pero ya sé por qué.
ResponderEliminarPrecioso relato, Y preciosa foto.
Gracias por todo Sara, tú me entiendes, quién está rodeado de árboles no puede sentirse del todo en soledad. Abrazos.
EliminarQué bonito es lo agreste, el origen de todo, si acudieramos más a menudo a beber de los bosques no andaríamos tan a destiempo.
ResponderEliminarBesicos.
A mi lo agreste...qué te voy a decir amiga si me siento medio cabra. Abrazos.
EliminarLa vida misma. Saludos.
ResponderEliminarHola Manuela, bienvenida después de un tiempo que estamos todos tan dispersos, gracias por tu comentario. Abrazos.
EliminarUn árbol es de un simbolismo total, una analogía con el desarrollo de la vida humana pero más extendido. Un bosque es como una reunión de amigos, todos se ayudan, se comunican, y lo que es mejor aún no hay discriminación ya que se aúnan varias especies creciendo en armonía. Besos
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