Avistar ballenas
Arrastraba por entonces el viento promesas de imperios caídos. Cualquier risco, cada escombrera era una atalaya por conquistar y podías ser mil personas en cada juego. Éramos felices por una cuestión semántica: la alegría, polimórfica, alcazaba mil sinónimos. Los gusanos de seda formando capullos como guirnaldas del color de azufre, el premio de un higo negro con su gota de almíbar al alcance de la mano, el sonido del pan de leña estallando en costras doradas, el olor del humo de los sarmientos, la tarde extendiéndose como una llanura de hierba.
Los años nos expulsaron de esa patria que era la niñez y este escarnio, este ostracismo perpetuo toma ahora cara de responsabilidades, facturas, plazos, listas de tareas pendientes arracimándose.
Sólo queda irse al acantilado más alto, desde donde se atisban las ballenas, para aguardar la venida de las ráfagas de asombro, vestigios de aquella tierra prometida.
No pierda usted al niño que lleva dentro...porque las ballenas están ahí esperando...solo hay que ir de vez en cuando al mar a verlas...pero cada día, recordarlas...la felicidad sigue siendo polimórfica, los deberes que tenemos que imponernos es encontrarla...
ResponderEliminarPues sí, amigo, a trabajar arduo para ello. Es complicado, verdad?
EliminarA un acantilado o a cualquier colina. Ballena so árboles. Ver.
ResponderEliminarAbrazos
Nunca las he visto, espero en Canarias tener suerte, verás que me emociono como las vea. :)
EliminarRacimo. Hoy mismo, tras soltar de su zaurda a nuestro cerdo de adopción, para que tomase su alagador paseo al atardecer, se dirigió a uno de los racimos de una parra rastrera situada en lo más alto del cantón. Su ocico arremetió contra el racimo, y en en santiamén fue despachado. A menudo, esto mismo pudiera pasar con nuestra "lista de tareas", y en ese caso todo podría haber acabado. Procuremos, antes bien, no perder esa libertad otorgada por la niñez...posiblemente seamos de los primeros en entrar en el "Reino de los cielos".
ResponderEliminarMira que tienes razón. La infancia es una manera de mirar y maravillarse con todo, un estado de ánimo que tiene menos que ver con la edad que con la ilusión. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
EliminarNo nos expulsan del todo. A vece, podemos volver un ratico.
ResponderEliminarY entonces escribimos cosas como estas tuyas.
Un besico, Goathe.
Cuando uno lo pasa mal en el trabajo, cuando ves que llevas una carrera con el tiempo y todo lo percibes en cierta forma como una presión, es tan natural retrotraerse a aquella edad dorada... Muchas gracias por tu comentario, amiga.
EliminarEs uno de mis sueños aún no cumplidos: avistarlas en plena libertad como "ráfagas de asombro".
ResponderEliminarSalud!
Anotemos, otra cosa más que comparto con mi amigo Charles :) un enorme abrazo.
Eliminar- ¡Ballena a babor!
ResponderEliminarDeseando verlas estoy, ni idea te haces, cómo serán? Pásame tu blog para que te lea. Por favor.
ResponderEliminar