UN MUNDO SIN FINGIMIENTO
Olvidó el reino de las palabras para aullar desde el risco
más alto a la diosa luna hasta creer poseerla. Bajo el sendero de la hoguera y
desolló el conejo atrapado y lo comió medio crudo, atemperado apenas por un
tímido fuego del que huían en tropel efímeros astros naranjas que rivalizaban
con estrellas de los lejanos espacios circundantes.
Dejaban escapar los pinares melodías inacabadas de los
primeros tiempos. Era primavera y por lo tanto permanecía desnudo sin piel de
ciervo, sin el abrigo de la oquedad de roca, sorbiendo murmullos del riachuelo
o mascando con la compañía de las primeras luces el sudor que el rocío prendía
en las encinas. Marcaba el territorio macho orinando troncos y piedras de
aluvión, visitaba las trampas y mostraba dientes furiosos a los animales
sorprendidos.
El segundo amanecer sabía que se le acababa todo. Perdía los
dioses con forma y venía el recuerdo de las palabras al regresar, por veredas ribeteadas de jaras en flor, donde estaba ocultó el auto.
La ropa reconociendo su cuerpo, los
kilómetros a casa, la ducha rápida, el afeitado, la loción y la corbata. El
tiempo justo para llegar a la oficina, analizar mercados, tendencias,
porcentajes, probabilidades, decir sí a todos los jefes con la mirada primitiva
y el ojo asesino ocultos pero añorando en silencio la vida sencilla de las montañas e invocando
la pronta llegada del viernes para alcanzar un mundo sin fingimiento.
Esto sí que es desconectar y lo demás son tonterías.
ResponderEliminarQue se repita todos los viernes hasta el infinito
Abrazossss
Sí, supongo que muchas personas anhelarán esa otra vida en comunión con la naturaleza. Sin emgargo, ¿por qué permanecen/cemos encadenadas a lo que no les/nos gusta? Besos, querido amigo.
ResponderEliminar¡Qué buena descripción del hombre lobo actual! Sorprendente, muy imaginativo, muy sugerente. Animales de costumbres somos, rutinarios, repetitivos... o quizás esos dos días sean la válvula de escape para no tomar la decisión de vivir segúna la propia naturaleza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo veo como una incursión onírica por lo más profundo de nuestro ser. La realidad, esa maldita realidad es lo que nos pierde de lo que somos. Quizá esa pérdida, la desorientación de nosotros mismos es la que nos convierte en esas bestias tan diferentes de las que rondan la espesura de los bosques.
ResponderEliminarSalud
De lunes a viernes vivía "into the wild", y no al revés, como se podría pensar... Muy bueno, Pedro.
ResponderEliminarLe propongo una cosa...haga el mismo ejercicio pero con un animal que se asemeje mucho más a este tipo de realidades...con una hiena por ejemplo...el lobo es un animal muy bello,me parece...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Hermoso, como siempre...
ResponderEliminarEres todo un artista!
ResponderEliminarSara
La fotografia es impactante en blanco y negro, tiene una relacion increible con el texto. Vivimos bajo tantas dualidades, normas, reglas...al final la vida pasa como un suenyo....me pregunto si todos sabremos vivirla.
ResponderEliminarpreciosa historia!!
besos, feliz semana!!