Desear al muerto Florencio
Arropada por el espeso manto de la noche, al tiempo que sus
vecinos telecinquean, Doña Gertru recoge hierbas urbanas en descampados, en baldíos, en orificios que plantas nervudas hicieron
en el asfalto o el hormigón y, sin la menor idea de botánica o herboristería,
prepara menjunjes y ungüentos que experimenta en sí misma.
Vigoroso recetario de bruja descontrolada, que le ha llevado
a poderosas colitis, dos lavados de estómago, rozar un coma, y diversas alucinaciones.
Anota esos efectos, los combina entre sí y, el mejor de todos, una combinación de
ricina y beleño, lo introduce en las rosquillas que acostumbra a regalar al Director
General de su banco, el mismo que le habló de las preferentes y de inversiones
seguras.
Y, mientras desde la ventana curiosea lo que sucede, recuerda
que aquella vez que probó esa mezcolanza virulenta, anduvo alunada y desnuda
por el cementerio exigiéndole a su Florencio una resurrección inmediata que
saciara su ardiente fogosidad.
Un texto soberbo excelentemente acompanhado em imagen.
ResponderEliminarUmmmm...delicioso...se debería haber cumplido...estas pequeñas venganzas y mini revoluciones me encantan...una vertiente ácrata,llámase...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo....